Y una vez más volvimos a Friedrichshain. Nuevamente por invitación de la australiana, quien definitivamente es nuestra conexión con ésta zona de Berlín. Nos gusta el barrio, pero tanto como puede gustar el hijo gracioso de una amiga. Simpático para reírse un rato, pero tampoco para que sea el propio.
Ésta vez tocó el Boxhagener Platz, epicentro verde del barrio. Bueno, lo de verde es un tanto discutible, aunque esté protegido como jardín histórico, la verdad poco césped le queda. Pero hay que ser justos, ni el mejor Wembley aguantaría 52 fin de semanas de picnic y botellón.
Bien, la excusa fue el mercado de pulgas dominguero, una mezcla de arte, artesanías y basura. En realidad nada nuevo, salvo por dos puestitos que nos llamaron la atención: el de Zozoville, maravilloso arte para niños y/o padres freaks, y el otro un puestito turco y familiar (ya se, es como decir alto y rubio) con todo lo que necesita el corazón del ciclista: herramientas, luces y candados.
Para comer hay poco en el mercadito mismo, si claro, el Imbiss no falta, pero más aconsejable todo lo que hay alrededor: desde la hamburguesería de Burgeramt hasta cafés y restaurantes colapsadísimos (especialmente los del lado del sol). Pero para colapsos, mejor el centro de la plaza: encuentro multitudinario de familias, hipsters y punks. Una convivencia tan curiosa como pacífica. Si hasta los niños se acercan a los borrachos para ver porqué están durmiendo…está claro que la primavera revoluciona al barrio, y revoluciona a la ciudad. Todos contentos.
Ubícalo en tu Tropimapa: Boxhagener Platz, Berlin